viernes, 14 de agosto de 2009

Alejandra Rijo

Mi experiencia
¿Qué me pasó en el taller? ¿Cómo llegué a él?
Sin duda que ahora, en este tiempo que me tomo para reflexionar, estoy en posición de afirmar que ésta es la asignatura más singular que he cursado en esta carrera. En parte por los contenidos, en parte por la metodología empleada. A lo largo del curso, otros compañeros que no formaban parte del taller solían plantearme interrogantes acerca de la materia, “¿De qué se trata? ¿Qué hacen en la clase?”, me preguntaban. Es que una asignatura con ese nombre despierta curiosidad. Honestamente, me la despertó a mí el día que vi la posibilidad de inscribirme en ella. No lo dudé. Me inscribí y esperé a la primera clase con una cantidad de expectativas y preguntas para plantear. Siempre estuve abierta a experimentar nuevas propuestas educativas y esta me pareció ideal. Era algo diferente. Yo vengo de la rama del Periodismo, de lo más teórico, estricto, limitante y unidireccional. Y esta oportunidad me pareció ideal para desarrollar otras capacidades que no sabía que iba a poder “sacar afuera”. Admito que en los primeros encuentros me costaba hasta gritar, porque soy como más “para adentro”, tiendo más a la introversión y al silencio. Pero esto no quiere decir pasividad. Es así como encuentro tras encuentro fui “liberándome” y “aflojándome”. Mi capacidad de interacción fue acrecentándose, y mi sentido de auto confianza se vio reforzado, en parte gracias a que desapareció toda forma de vergüenza que contenía en mi interior. Desapareció mi miedo al ridículo.
La metodología
El método. El camino para arribar al fin. Lo que más me llegó y me mantuvo interesada y “enganchada” fue el ritmo y el dinamismo con que se planteaban los ejercicios. No había tiempo para estar parado, solo, en silencio, sino que se pasaba de una propuesta a la otra con gran agilidad, no habían “espacios vacíos”, momentos “en blanco” que permitieran la dispersión y la posterior distracción del grupo. Eso da cuenta de la buena organización previa que había semana tras semana. Esa “acción constante” me llevaba a generar un compromiso más amplio con lo que estaba haciendo, me llevaba a concentrarme ya “meterme” más en lo que debía hacer (representar un personaje, imitar movimientos, imitar sonidos de animales). También me pareció acertado ese momento de reflexión que había al final de cada encuentro, donde cada uno se despachaba con sus opiniones. Era un espacio para “desacelerar” y exponer lo que se había experimentado durante la jornada, para coincidir o debatir. La incorporación de técnicas de ensayo es algo que también recuerdo como muy interesante, atrayente e innovador.
Siento que no hubo alguna parte de la metodología que haya sentido lejana o ajena, me involucré con todas las propuestas y a lo largo de los encuentros no decayó mi interés de participación.
Las transformaciones, lo que aprendí y voy a aplicar
Es por todo lo anterior expuesto, que hoy puedo asegurar que sí se transformó algo en mí durante este proceso. Y esa transformación se compone de varios aspectos positivos. Por un lado, mi sentido de auto confianza reflotó, estaba como en suspenso. Tendía a no confiar en mi desempeño en la vida en general, y a no creer mi posibilidad de acción. Gracias a esta experiencia esa tendencia disminuyó. Además incrementé mi capacidad de interrelacionamiento e interactividad con otros. Son estos, aspectos para implementar en mi vida diaria. Los gestos y los movimientos, se volvieron para mí, elementos más contundentes y de más peso en la comunicación con el otro. Supongo que siempre le di más importancia a la palabra. Aprendí a entender al otro a través de sus gestos, sus movimientos, de su expresión corporal, sin que tuviera que emitir una palabra, a desentrañar significados, y dilucidar situaciones sólo con observarlas. Aprendí que el feedback es posible en cualquier circunstancia, y que con un pequeño gesto como sólo mirar al otro, ya le estamos transmitiendo un mensaje que influirá en su posterior conducta. No es requisito obligatorio la presencia de la palabra para transmitir, llegar al otro y hacerlo actuar. Se puede hacer discursos sin hablar. Aprendí también que mediante la capacidad de acción que cada uno, en tanto actor social detenta, el cambio y la transformación son posibles, y que ésta (el teatro del oprimido) es una herramienta de transformación social fundamental, que debería multiplicarse y trascender fronteras (como las gaviotas que volaban sobre el árbol) para luego modificar una realidad específica. Porque la ventaja de todo esto radica en lo anterior: personas que no hablan el mismo idioma o que no pertenecen a la misma cultura, y cuyas normas morales no coinciden pueden interactuar de todas formas. Uno puede proponer y el otro en base a esa propuesta puede generar otra, o en base a una situación determinada, otro sujeto puede proponer una solución, una alternativa a la disyuntiva expuesta. Se abre entonces, una instancia de “diálogo” bidireccional, continua, modificable y alterable.
Observando desde afuera
Si observo al grupo desde afuera, desde los límites, sin inmiscuírme en el proceso, veo a un conjunto de seres humanos fortaleciendo los lazos sociales que los unen (en tanto calidad de estudiantes, de compañeros) y trabajando para solidificar y dotar de firmeza esta nueva alternativa comunicacional. Veo gente tratando de comprender, de incorporar y de llevar a otros ambientes lo incorporado. Veo gente esforzándose por ser entendida, tratando de que sus mensajes sean recibidos de la forma en que ellos lo pensaron. Veo individuos ansiosos de que el resto de los estudiantes puedan participar de este taller. Veo propuestas de cambio, ganas de innovar, de alterar la realidad, de aclarar las problemáticas que los atañen. Y veo gente con ganas de compartir inquietudes personales sobre temáticas comunes, como “la muerte” o “la indiferencia” por ejemplo. Ponen el tema sobre la mesa pero no se quedan quietos. Hacen algo por hallar una respuesta a esas ”amenazas inminentes”, por intervenir los juicios más comunes acerca de esos temas y construír sus propias posiciones al respecto. No tienen tabúes. No se quedan inmóviles. Resuelven todo. Nada es obstáculo para ellos.
El trabajo con otros
La relación con otros

A nivel de los grupos en los que trabajamos las historias que nos impactaron, aprendí de la capacidad de negociación que debe haber en un conjunto. Aprendí que es muy importante tener el don de “ceder” ante el otro, de escuchar lo que tiene para decir, para expresar. No hubo imposiciones ni inducciones. Todas las opiniones debían ser tenidas en cuenta y así fue. Todas las posturas fueron igualmente válidas. Todos los puntos de vista fueron legítimos. Se experimentó entonces una democracia imperante, los planteamientos de todos valían por igual. Y finalmente nos poníamos de acuerdo en cada etapa de la construcción de la historia que decidimos contar. Por eso de aquí rescato los valores como el respeto y la tolerancia. Son vitales y nutren y enriquecen las relaciones humanas. Y aquí hicimos buen ejercicio de ellos.
Asimismo, se amplió mi capacidad de confiar en el otro, de creer en él, de depositar toda la confianza necesaria en los demás, para profundizar las relaciones que se establecieron y se tornaran más firmes y estables.
Cambios en mi modo de relacionamiento
Sí hubo cambios que se fueron implementando gradualmente. Básicamente responden a una cuestión de apertura personal “hacia fuera”. En mi caso, tendía a ser más “oyente” que “hablante”. Siempre me gustó oír a la gente hablar en todos los ámbitos, (plazas, ómnibus, comercios) no sé, me gustaba conocer historias, escuchar sus inquietudes, lo que sentían, lo que querían. Era mi naturaleza curiosa. Ahora, este modo fue evolucionando a uno en el que yo me torné bastante más “hablante”. En este espacio me volví “oyente” y “hablante” por igual. Sentí que mis pensamientos y opiniones tendrían cabida y serían respetados, y que de alguna manera incidirían en el camino hacia el logro de un producto final.
Lo que deseo seguir haciendo…
El pasaje por este taller me dejó deseos de que se establezca una permanencia de este tipo de actividades en la licenciatura. Sería algo ampliamente productivo a nivel cultural y social, y fortalecería aún más los vínculos que se crearon entre quienes participamos del ciclo.
El taller
Estaba ahí, tendido en el suelo pero hablaba. Hablaba de nosotros.
A nivel de las actividades, lo que más me gustó fue “el hombre de basura”, como yo lo llamo, del que aún conservo una fotografía. Fue interesante ver cómo iba tomando forma ese ser extraño, nuevo, pero que a medida que se formaba se hacía más cercano, más familiar. Supongo que esa familiaridad estaba dada por los objetos que lo componían, que nos representaban a todos. Además, también me sentí identificada con objetos que aportaron otros compañeros, y que no sabía que estarían allí. Creo que la confección de este hombrecito nos hizo conocernos más individualmente (en nuestras actitudes, en nuestra personalidad), como grupo (hallar que teníamos predilección por determinadas cosas en común) y él en sí fue el puente que nos permitió reflejar al resto del grupo esas afinidades y características personales que compartíamos. Los demás compañeros lo interpretaron de una forma tan acertada, que cada vez que decían algo, como “vive a las corridas” o “come porquerías”, yo me reía y pensaba “este hombre me delata, sí, yo soy así” en mi interior. Entonces queda claro, cuando digo que él, sin decir nada, hablaba.
Lo “flaco”
El único aspecto a tildar de “flaquito” es el del área teórica, en la que pienso, hubiera sido necesaria una bibliografía básica obligatoria. Con esto me refiero a repartidos en la fotocopiadora, material explicativo, de corte amplificador de las prácticas. Información general, definiciones de términos no tan familiares para quienes no cursan Comunitaria.
Sugerencias para los docentes
Lo único que me hubiera gustado es que ustedes tres hubieran participado con una realización propia, como si fueran otro grupo a parte de los cuatro que se formaron. Hubiera sido interesante verlos representando una situación en la que hubiera un contexto de oprimido – opresor. En realidad su intervención, guiando a los grupos en el proceso de construcción de las historias fue por lo demás ampliamente activa, pero me quedé con esa idea.
Si tuviera que pensar en un nuevo dictado del taller, le agregaría más horas, para así poder desarrollar más profundamente los aspectos teóricos de las metodologías que se implementaron en la práctica.
Otra sugerencia, sería la de llevar algún invitado conocedor del tema, para que exponga su visión y sus vivencias en tanto participante del Teatro del Oprimido, herramienta y recurso que creó Boal hace ya medio siglo.

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