viernes, 14 de agosto de 2009

LORENA VIZCAÍNO

“El Teatro del Oprimido es teatro en la acepción más arcaica de la palabra: todos los seres humanos son actores, porque accionan, y espectadores porque observan. Somos todos espect-actores.”
(Augusto Boal).

Al comenzar los encuentros de Teatro del Oprimido, sabía que no iba a ser como las demás opcionales. El hecho de que no se utilizaran sillas y un pizarrón como centro de la clase me llamó la atención al principio. Confieso que me sentí extraña, como si algo faltara. También me resultó extraño que el reparto clásico de los roles docente y estudiante no fueran los tradicionales. Ni siquiera en el Seminario Taller de Comunicación Comunitaria y Educativa esa delimitación fue tan difusa para mí.
En principio, me resultaba complicado eliminar la palabra para comunicarme con el resto del grupo, me parecía imposible decir muchas cosas sin hablar, remitiéndome a miradas, gestos o movimientos corporales. Poco a poco fui entendiendo la importancia de incorporar el silencio para comunicar aquello que la palabra limita. Es como si hubiese descubierto nuevas formas de ver, de conocer al otro/a y de comunicarme con él/ella, sintiendo que, a su vez, a él/ella le pasaba igual. Creo que en ese momento comencé a interiorizarme más con la historia que trabajamos, y dentro del subgrupo en el que participé pasó lo mismo.
La realización de “Teatro imagen”, donde planteábamos imágenes fijas, “jugar” a analizar cosas como el caminar del otro/a, el saludar a los/as demás con la mirada me ayudó mucho para descubrir esas otras formas de comunicar.
En el subgrupo del que formé parte, sucedió algo curioso: cuando dejamos de hablar, para pasar al terreno del sentir y el hacer fue que logramos conectarnos más con la historia de fondo, expresando al resto lo que queríamos expresar, sintiéndonos conformes con nuestro trabajo.
En lo personal, por momentos me sentí actriz. En el sentido de que -citando a Boal- “somos todos artistas: haciendo teatro, aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver al estar tan habituados a mirarlo” . Trabajar con nuestras propias historias me hizo difícil diferenciar entre la vida cotidiana y el escenario. Ambas por momentos se conjugaban en una sola cosa. Creo que a eso apunta la metodología de Teatro del Oprimido, a la idea de “todos somos protagonistas”, y en ese sentido es que me siento identificada. A medida que transcurrían los encuentros pude identificar distintas opresiones en mí, fui conectando mis vivencias a cada actividad planteada por los docentes, a cada historia presentada por los subgrupos, y, sobre todo, a la trabajada por mi subgrupo. Fui protagonista de cada encuentro, sintiéndome parte activa del grupo, lo cual fue muy satisfactorio para mí.
Las diferentes metodologías de trabajo que practicamos me sirvieron de ayuda para comprender desde otro lugar el funcionamiento de los grupos humanos, como se conectan entre sí, como se expresan tanto los individuos como el conjunto sin utilizar el lenguaje hablado. Por ello, las herramientas que gané al pasar por este taller me van a servir para trabajar la comunicación comunitaria y educativa con distintos grupos humanos, para comunicarles y para interpretar lo que me quieran comunicar más allá de la palabra. Esa utilidad es la que encuentro más a corto plazo, pero sé que interiorizándome más en la metodología creada por Boal, el abanico de posibilidades va a ir en aumento.
El aumentar ese abanico de posibles modos de interacción, de comunicación y de relacionamiento con los demás, era lo que me motivaba más del taller. El sentirme parte de un proceso de aprendizaje de nuevas formas de comunicación, para con los demás y para conmigo misma me hizo disfrutar del proceso como pocas veces en la carrera me ha pasado.
A pesar de lo anterior, un elemento que nos jugó en contra fue el tiempo. En mi opinión nos faltó. A su vez, me quedó un bache: ver en acción a un grupo “profesional” de Teatro del Oprimido. Pero creo que en un futuro ambas cuestiones son solucionables, alcanza con pensar la opcional para más horas, para solucionar el tema tiempo, y, para lo segundo, ayudaría mostrar en los encuentros algún material audiovisual con el trabajo de algún grupo de Teatro del Oprimido, a modo ilustrativo.
Otro factor que creo importante, es contar con alguna bibliografía que nos ayude a ampliar los conceptos trabajados (“arcoíris del deseo”, por ejemplo). Pero el equipo docente ya se comprometió a dejar dichos materiales en la fotocopiadora de la Licenciatura, así que en breve ya los estaré leyendo, en pos de aumentar o profundizar el abanico de herramientas utilizadas en los encuentros.
Ante todo considero que para ser una primera experiencia, lo principal está. Yo me llevo interiorizada una nueva forma de aprendizaje y otras tantas formas nuevas de comunicación, me llevo ganas de profundizar en las herramientas adquiridas y de aprender otras muchas formas más de interacción, y con ese puntapié inicial, para mí el objetivo está cumplido: seguir aprendiendo.
1.Boal, Augusto. Mensaje del Día Mundial del Teatro. 2009

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